Encuentros en Pamplona 1972. Fin de fiesta del arte experimental

V.V.A.A.
Binding: Paperback
Language: Spanish
Pages: 411
Measurements: 17.00 x 23.00 cm

Los “Encuentros de Pamplona” constituyen sin duda el festival de vanguardia internacional más amplio y significativo de los celebrados en nuestro país. A diferencia de otros acontecimientos similares, su financiación fue en su práctica totalidad de carácter privado -Grupo Huarte-, y su organización estuvo en manos de artistas –el Grupo ALEA-, más concretamente de Luis de Pablo y José Luis Alexanco como responsables intelectuales. A principios del verano de 1972, los Encuentros marcaron el inicio de un tour artístico que situó a la capital navarra en la ruta del Festival de Spoleto, la documenta 5 de Kassel y la XXXVI Bienal de Venecia. La peculiaridad de su gestación remite a dos elementos distintivos e interrelacionados: de una parte, al hecho de que en la España de la dictadura sólo el apoyo y el compromiso de una empresa privada podía hacer posible un evento como aquél; y de otra, el que fuera concebido como un regalo para la ciudad, de aquí su carácter divulgativo, la gratuidad de todos los actos y la libertad con que sus gestores tomaron sus decisiones, orgullosamente de espaldas al mercado y a la institución arte.

Las principales líneas directrices respondían al diálogo entre vanguardia y tradición popular, a la interacción entre artistas y público y a la integración de las artes, en un lugar o situación pública, la ciudad. Poco antes de los Sanfermines, entre el 26 de junio y el 3 de julio, Pamplona festejó las tendencias más radicalizadas de un arte que recusaba tanto los límites entre los diferentes medios como la separación entre arte y vida. La presencia patriarcal de John Cage, con su influencia sobre las tendencias antiarte de los años sesenta, vino a convertirse en el símbolo de esa propensión general hacia el acto o event, hacia la poética efímera y transitoria del aquí y ahora. En paralelo a la vanguardia foránea, se dio protagonismo a las tendencias más experimentales y, por entonces, minoritarias, del arte español. A través de las obras de más de 350 artistas nacionales e internacionales, se mostraron, de un modo extenso y representativo, las últimas manifestaciones de la poesía visual, sonora y de acción, bajo la coordinación de Ignacio Gómez de Liaño; del arte conceptual, con la presencia de Bernard Venet, textos de Catherine Millet, y una exposición colectiva de arte de sistemas del CAYC de Buenos Aires; del videoarte, con la asistencia de Dennis Oppenheim y el ciclo This is your roof, producido expresamente para Pamplona por Willoughby Sharp; del arte informático, plástico y musical, con una exposición coordinada por el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid; de la música electrónica, minimalista y de acción, con obras, entre otros, de David Tudor, Steve Reich, Mauricio Kagel, ZAJ y Josep Mª Mestres-Quadreny; del cine experimental y de las vanguardias históricas -con la colaboración de Henri Langlois-, desde Dziga-Vertov hasta Ian Breakwell, John Latham, Philippe Garrel, Martial Raysse, Shusaku Arakawa, Madeleine Gins, Javier Aguirre y José Antonio Sistiaga.

A estas manifestaciones cabe añadir la Muestra de Arte Vasco Actual, comisariada por Santiago Amón, en la que se ofrecía un completo -y polémico- panorama del arte en el País Vasco que incluía obras de tres generaciones. Un rasgo diferencial importante de los Encuentros fue la voluntad de nivelación de las artes, de lo culto y lo popular, con la inclusión de músicas de otras culturas como era el caso del Kathakali de Kerala, del iraní Hossein Malek o del vietnamita Trân van Khê, junto a la txalaparta de los hermanos Artze y el grupo de flamenco de Diego del Gastor. Esta equiparación entre tradiciones “primitivas” y vanguardia se reflejó también en el apartado cinematográfico, con un ciclo dedicado a Georges Méliès y al cine de los primeros tiempos, coordinado por Miquel Porter i Moix.

Por el modo en que la ciudad fue ocupada con la voluntad expresa de activar el espacio público, los Encuentros pueden considerarse como el principal acontecimiento de arte público que ha tenido lugar en España, entendiendo, como tal, que fue la primera vez, en aquellos años setenta, que surge el tema del espacio público –político, construido, transitorio- de la ciudad planetaria y sus flujos. Pero aquella situación pública dio lugar a conflictos y enfrentamientos, y en su desarrollo hubo numerosos sucesos no programados, como retirada de obras, escritos de protesta, coloquios reivindicativos, presencia policial, bombas y comunicados de ETA. En la presente exposición, consecuentes con la poética del acontecer, se aborda aquel evento de events en su unidad, integrando todo lo que ocurrió, con premeditación o sin ella, en ese gran acontecimiento que fueron los Encuentros.

De acuerdo con este planteamiento, se muestra ordenadamente en las salas lo que allí fue ocurriendo a diario. Los trabajos presentados en Pamplona se exhiben en sucesión cronológica, en gran parte sólo documentados debido a su carácter efímero, y en alternancia con documentos de archivo sobre los sucesos imprevistos. Una selección representativa de piezas de época contribuye además a contextualizar históricamente las obras individuales. Este recorrido sobre los Encuentros propiamente dichos viene precedido por dos salas iniciales: la primera, dedicada a las actividades de sus financiadores, el Grupo Huarte; la segunda, a las actividades de sus organizadores, el grupo ALEA.

Las consecuencias de los Encuentros para el arte español resultaron paradójicas. Sin una auténtica tradición de vanguardia como proyecto global y militante, aquel festival vino a ofrecer un panorama de los movimientos más radicalizados de los años sesenta, justo en el momento en que comenzaban a perder su credibilidad. De ahí su carácter de encrucijada: de un lado, suponen la culminación, en el sentido de apogeo, de las tendencias experimentales de la década citada; de otro, vienen a culminar, en el sentido de cierre, el mito colectivo de un “nuevo comienzo” sobre el que descansaba su sentido histórico. Llegaron cuando ya era demasiado tarde, pero obligaron a replantear, de una manera intempestiva, la equívoca asimilación entre vanguardia artística y vanguardia política, aquella vinculación explícita entre arte y compromiso en la que se había acoplado el frente de resistencia a la dictadura. El resultado de aquella celebración festiva fue perturbador en lo artístico y en lo político. Las contradicciones que dejaron abiertas nos ayudan a explicar, en buena parte, los olvidos y distracciones por los que ha venido atravesando su recepción histórica.

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