Alexander Gronksy

(Tallin, Estonia, 1980). En 1998 Gronsky comenzó a trabajar como fotógrafo profesional. Cuatro años más tarde, en 2003, ingresó en la agencia Photographer.ru, ubicada en Moscú. Sus fotografías han sido publicadas en OjodePez, Art+Auction, Intelligent Life, Esquire Russia, National Geographic, Afisha, Time, Newsweek y Condé Nast Traveller. Alexander Gronsky ha viajado por toda Eurasia —desde el Anillo de Oro de la Rusia central hasta el lejano este, cruzando Yamal hasta llegar a Sochi—. No obstante, confiesa que los dos países que más le gusta fotografiar son Rusia y China porque son lugares donde las personas son tan insignificantes como peones de ajedrez. Las fotografías de Murmansk de Alexander Gronsky nos trasladan a una ciudad en la que las noches duran dos meses en invierno; un lugar inquietante del círculo polar ártico. El tiempo, como si estuviera detenido, cubre la ciudad con una densa capa de nieve. El color del cielo oscila entre el azul intenso, el color zafiro y el negro. La luz eléctrica siempre está presente —los focos de los muelles, las luces de Navidad parpadeantes...— pero sin embargo esto no aporta calidez alguna al ambiente. Para algunos, es una ciudad tan alegre como la Nochevieja; para otros, desesperante y solitaria. Incluso el árbol de navidad, coronado por la estrella roja soviética, parece estar abandonado en el jardín eternamente, como una luz que guía a los habitantes perdidos. La luz de la ventana tiende a caldear el espacio gélido, transmitiendo un destello de felicidad. Esta luz cálida, aportada por las personas que viven en esas mismas manzanas, resulta ser, finalmente, fantasmal y engañosa. Pegados al cristal de las ventanas, los personajes flotan en esta “noche interminable”. Y nada puede alterar el statu quo. Liza Fetissova