To name a mountain
«En la primavera de 1863, el paisajista Albert Bierstadt comenzó su segunda gira por las Montañas Rocosas con su amigo, el escritor estadounidense Fitz.
La historia cuenta que durante su expedición, el pintor quedó sorprendido por la vista de una enorme montaña. Inmediatamente, hizo un boceto donde una tormenta gris oscura atraviesa un horizonte imaginario de gigantescos picos desproporcionados. Bierstadt tituló su cuadro’Una tormenta en las Montañas Rocosas, Monte Rosalía’, en honor a la esposa de su compañero de viaje. La obra fue interpretada como una representación de su angustia emocional y la montaña, sin nombre hasta esa fecha, se llamó Monte Rosalía, en honor a la mujer que Bierstadt amaba secretamente.
La mayoría de los críticos pensaban que Mount Rosalie era imposiblemente alto. La pintura y la obra de Bierstadt parecen hablar de deseo, pero siempre a través del exceso y la transgresión de una realidad que sólo parecía sugerente para el artista cuando se magnificaba con su imaginación. Su idea de la belleza oscilaba entre la exaltación sublime de sus emociones y la eficacia calculada de las formas. A la luz de estas nociones contradictorias, ¿no es una audacia y una frustración intentar alcanzar una cumbre? Sin embargo, el propósito de nombrar una montaña es un acto cargado de poesía. Nos habla del deseo de posesión y permanencia. Nos recuerda, a través de la creación, la memoria de los que hemos amado».
Para nombrar una montaña . Alfonso Almendros
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