Sáenz de Oíza, arquitecto
Francisco Javier Sáenz de Oíza (Cáseda, Navarra, 1918-Madrid, 2000), ha sido considerado de forma unánime por la crítica especializada uno de los maestros de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX.
Titulado en Madrid en 1946, su arquitectura recorrió los principales caminos que marcaron esa época con inusitada brillantez.
En las distintas etapas en que puede dividirse su obra logró realizar varias piezas maestras. Así, en una primera, que abarca desde 1946 hasta finales de la década de 1950, la obra clave fue la Basílica de Aránzazu en Guipúzcoa, en la que revisó las premisas de la arquitectura religiosa, su relación con las artes plásticas y la modernización del lenguaje en una obra de arte total. Entre 1953 y 1960, su ocupación prioritaria se volcó en la vivienda de mínimos, logrando caracterizar la arquitectura «social» de la época, con numerosas obras y proyectos en Madrid (Viviendas en el Manzanares, poblados de Fuencarral «A», de Entrevías, unidades vecinales de Batán y Loyola).
En la década de 1960 su trabajo giró en torno al proyecto y construcción del edificio de Torres Blancas, en Madrid. Esta obra supuso su definitiva consagración en el panorama internacional.
La década de los 70 estuvo protagonizada por la construcción de la torre de oficinas para el Banco de Bilbao en Madrid, en la que realizó una síntesis memorable de sus experiencias anteriores.
A partir de los años 80, su arquitectura se diversificó en opciones formales que acentuaron su perfil ecléctico. En estos años construyó varios ejemplos notables que fueron acompañados de la polémica.
Su decidida vocación le llevó a participar, desde el principio de su actividad, en numerosos concursos en los que triunfó con frecuencia y que le permitieron experimentar de forma continuada con sus propios límites expresivos.
Su capacidad para la invención figurativa y para la precisión técnica constituyeron las bases sobre las que cimentó sus mejores propuestas, que le otorgaron el puesto de privilegio que ocupa en la memoria de sus numerosos seguidores y discípulos.
Madrid, en cuya Escuela de Arquitectura dejó una huella profunda como maestro de varias generaciones, le debe dos de sus iconos más representativos: los edificios de Torres Blancas y del Banco de Bilbao. Aunque sólo fuera por estas dos piezas, su memoria debería ser recordada por la ciudad de forma permanente.
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