El silencio del cayado
Francisco Guardado inició su carrera fotográfica en 2015 después de jubilarse, y desde entonces dedica su tiempo a documentar la vida de los pastores de ovejas y cabras de la comarca sevillana de Campiña Morón-Marchena, donde vive. Paco usa la fotografía para preservar las vidas y oficio de estos pastores que llevan sobre sus espaldas una tradición milenaria transmitida de generación en generación; hombres y mujeres que, como nos cuenta la antropóloga social Estefanía Fernández Fernández en el texto que acompaña este libro, son portadores de cultura y gestores del territorio por el que transitan.
El día que Paco nos mostró su proyecto, lo primero que pensamos fue que era un trabajo honesto y que también bebía de una tradición, en este caso de la fotografía humanista que sentó las bases del reportaje documental. Sus imágenes nos transmitieron el respeto por lo que la cámara registra, y nos cautivó con su búsqueda de un lenguaje lírico que le permitía ennoblecer a la vista del profano aquello que mostraba sin caer en el maniqueísmo, fijándose especialmente en los gestos y en las miradas. También nos sentimos identificados con su austeridad formal, empezando por la distancia a la que son tomadas las fotografías. Seguramente la edad del autor ha influido en que ese acercamiento resulte tan delicado como respetuoso. En una época donde la vejez ha desaparecido, el presente continuo ha substituido al futuro y la velocidad es el estado natural del ser humano, Paco, con toda una vida sobre los hombros, ha venido a contarnos las vidas silenciosas de aquellos que caminan junto a sus rebaños desde tiempos inmemoriales, cuidando de los animales y del paisaje, es decir, de lo que hubo y de lo que debería seguir habiendo. Y nosotros no podemos más que sentirnos orgullosos y agradecidos de publicar su primer libro.
Cuando sus protagonistas, los pastores, reclaman el derecho de paso de sus rebaños por el territorio, están preservando la memoria física del lugar, igual que el fotógrafo pretende fijar la memoria visual que permita conservar aquello que se puede perder. Esa fue probablemente la primera de las funciones que tuvo la fotografía, y sigue siendo válida hoy. Se trata, en definitiva, de legar a las generaciones futuras un documento para que recuerden de dónde vienen y quiénes son.
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