Dos puntos
«Visto así, el instante podría definirse también como el momento en que el poema es dado a luz a través de las palabras; un momento que no es simplemente el de transición entre un antes y un después, sino el de un iluminarse de la conciencia a través de la escritura. Aunque la autora no lo diga explícitamente, dicho momento asume la forma de una epifanía, y cabría preguntarse si no pertenece por derecho propio a los momentos en que se tiene alma («Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre», dice en «Algo sobre el alma», de Instante, 2004). En cualquier caso, en la poeta que Szymborska sabe que es esta conciencia de la grandeza del instante una conciencia Ideal, en el sentido baudeleriano, es decir, no spleenica se plantea casi al nivel de una poética, en tanto que conciencia de una capacidad demiúrgica. En «La alegría de escribir» (el primer poema de Mil alegrías, un encanto, 1967), la voz que habla en el poema se recrea ante la sensación de controlar el proceso en esa inesperada dimensión de lo real que es la página en blanco, cuya nada es una potencia creativa. En efecto, ella puede plantearse como el justo homólogo de la nada bíblica que es el origen de todo, como si la creación del mundo por Dios hubiese sido un fenómeno de escritura: por eso, en las palabras del poeta duerme la tentación de lo absoluto; en la segunda estrofa del mismo poema se puede leer: «Sobre la hoja blanca acechan para saltar / letras que pueden combinarse mal, / frases que acosan/ y ante las cuales no habrá salvación». \n Del prólogo, de Ricardo Cano Gaviria.
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