Miroslav Tichý. El Museo del Romanticismo
El Museo del Romanticismo participó por cuarta vez en el festival PHotoEspaña, una cita ineludible para este museo madrileño consagrado al siglo XIX, centuria en el que precisamente se inventó la fotografía.
En esta edición, dedicada a la fotografía en el continente europeo, el Museo acogió una exposición del fotógrafo checo Miroslav Tichý (Kyjov, República Checa, 1926-2011), que pudo verse desde el 2 de junio al 28 de agosto.
El trabajo de Miroslav Tichý está directamente vinculado al soporte fotográfico: desde la producción de las cámaras con material de desecho (dos de las cuales se muestran en esta exposición) al proceso de revelado o la vida posterior de sus fotografías, intervenidas por el propio artista, en las que dibujaba paspartús, hacía retoques y favorecía la acción de los elementos externos y del tiempo. Todo ello contribuye a crear una atmósfera romántica, misteriosa y pictórica en sus fotos, y ahí radica la magia de la obra de Tichý.
En la década de los 50 se dedicó a la pintura. A partir de los años 60 sustituirá los pinceles y el lienzo por el objetivo de la cámara, pero seguirá siendo el ojo del pintor y el dibujante el que realice las fotografías. Pintura, dibujo o fotografía son simplemente diferentes soportes de una misma expresión artistíca.
Durante años vivió al margen de la sociedad centrado en su trabajo y perseguido por el régimen comunista -quién le internó en numerosas ocasiones en centros psiquiátricos y en prisión-. En esta exposición se proyecta también el documental “Tarzan retired” (2004), y tras su visionado, sorprende cómo unas obras tan delicadas pudieron producirse entre tanta dureza y cómo, desde su vida de eremita sin salir de su ciudad natal, reflejó los cambiossociales de aquellos años en Europa a través de sus imágenes callejeras. Su obra es retrato íntimo de su ciudad y, al mismo tiempo, retrato universal y atemporal de la mujer, a la que retrató en distintas actitudes y edades.
Esta exposición, que contó con la colaboración de Ivorypress, la Fundación Tichý Oceán y el Centro Checo, constituyó, por tanto, una oportunidad excelente para conocer su personal estética: imágenes de una delicada belleza, casi onírica, a caballo entre la pintura y la fotografía, que conforman un exquisito homenaje a la mujer, además de un implícito alegato anticonformista.