Yayoi Kusama
La obra de la japonesa Yayoi Kusama (Matsumoto, 1929) se desenvuelve en el contexto artístico internacionalizado que comienza a finales de los 50 y es origen de la actual globalización. Sus casi seis décadas de trayectoria, iniciada en exposiciones individuales con tan solo 23 años en Japón, le llevan a cruzar las fronteras nacionales hasta Nueva York en 1958, ciudad ya reconocida como epicentro artístico mundial.
La rápida relevancia que desarrolló en este contexto durante los sesenta es claro reflejo de que su obra carece de las referencias más habituales, situándose en un territorio cuya excepcionalidad es única. A este momento pertenecen sus trabajos más reconocibles, las denominadas Accumulation sculptures [Esculturas de acumulación], en las que la pintura deja de ser un objeto para encontrarse con los dominios de la escultura , abundando en apéndices fálicos, y las Infinity nets [Redes de infinito], amplias extensiones de puntos aún dependientes de la monocromía blanca. Si por lo general estas obras se han convertido en una de las representaciones más habituales de un arte pop y feminista, también hay que tener en cuenta que avanzan formas vinculadas con la excentricidad minimalista de artistas como Lynda Benglis o Eva Hesse. El hecho de que al mismo tiempo atrajera la atención de Donald Judd y expusiera con Yves Klein es clara indicación de que su obra escapa a los marcos de interpretación asumidos. La amplitud de sus intereses le permitió vincularse con los movimientos contraculturales del momento, especialmente con el hippie, lo que se refleja en sus obras audiovisuales menos conocidas, como Self-Obliteration (1968), en las que la pintura se transforma en elemento que empapa el espacio para estallar en verdaderas celebraciones del cuerpo y de la libertad sexual.
Al volver a Japón en 1973 Kusama encarna el trauma del sujeto globalizado, cuya pérdida de raíces le conduce a episódicas crisis psiquiátricas. A este proceso le acompaña una vuelta a la pintura y a otro tipo de medios privados, como la escritura de su novela Manhattan Suicide Addict (1978), en contraste con la dimensión pública de sus happenings neoyorquinos. Ya en los ochenta y noventa retoma la producción pictórica y escultórica en diálogo con la retícula moderna para convertirla en un motivo orgánico, aludiendo así a las acumulaciones de apéndices previas.
En la actualidad, Yayoi Kusama continúa trabajando en su estudio de Tokio. Más allá de la concentración en el aspecto patológico y terapéutico del arte, esta exposición pretende reflejar la profundidad de su trayectoria así como su contemporaneidad, mostrando también recientes instalaciones, como I´m Here, but Nothing (2000), y otras concebidas para la ocasión, como Infinity Mirrored Room Filled with the Brilliance of Life (2011).
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