Tocar los libros
“Nadie toca los libros como Marchamalo”, afirma Luis Mateo Díez: hay una melodía interior y secreta que tiene que ver con el tacto y la emoción de algún sentimiento oculto, de esos que no se confiesan, de esos que solo pueden leerse. Tocar los libros, en esta nueva edición ampliada, sigue siendo ese talismán en el que sus lectores se llenan de una suerte de simbólica complacencia.nLas bibliotecas nos definen a sus dueños y los libros, como en los estratos geológicos de un yacimiento arqueológico, permiten ir desenterrando los restos de todos nuestros particulares naufragios. Pero, sobre todo, los libros poseen una sorprendente capacidad colonizadora y como un ejército victorioso ganan los altillos, los aparadores o las cestas de mimbre donde duermen los gatos. Podremos deshacernos de muchos, pero hay libros indispensables que nos obligan a poseerlos, a conservarlos para hojearlos de vez en cuando, tocarlos, apretarlos bajo el brazo, de los que es imposible desprenderse porque contienen fragmentos del mapa del tesoro.
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