Kolkata
Kolkata es el libro de un flaneur muy respetuoso, con una mirada que sabe descubrir en medio del caos y complejidad de una ciudad como Calcuta y de su cultura, rincones de sosiego. Una mirada que contrasta con la estupefacción de todo visitante accidental, de todo visitonto occidental, diría yo parafraseando a mi amigo Ramón Gaya, expuesto a una realidad inmisericorde, como bien describe el autor en la 2ª parte del libro, que sirve de contrapunto a esa huida en busca de la serenidad que sabe encontrar en los más recónditos espacios de una urbe imposible de ser aprehendida con un simple golpe de vista, y que nos brinda a través de las hermosas fotografías que constituyen el grueso del volumen.
Esta especie de bodegones o de vidas silentes nos susurran algo muy íntimo, esa parte de la realidad tan humilde que parece estar ahí como de sobra y que la aguda mirada piadosa de nuestro artista consigue devolver a su ser, de forma que los objetos adquieren otra dimensión, casi religiosa, pero no por la iconografía de ese tipo que aparece en muchas de ellas, no, esas imágenes de dioses, esa especie de cromos, de deidades protectoras de algún pequeño comercio podrían ser nuestro equivalente prosaico de las chicas de calendario en cualquier modesto taller mecánico de occidente. De hecho en esas paredes de Kolkata, las imágenes religiosas alternan con las de artistas de Bolywood, cantantes de moda o figuras de cuerpos musculados. La religiosidad de estas fotografías está, sin embargo, en la forma como la mirada del fotógrafo se apiada, se compadece de esos objetos para darles un sentido más hayá de lo puramente rutinario o instrumental, tal vez sin proponérselo. Y es en esto en lo que más confluye su mirada
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