Juan del Junco
Coincidiendo con la exposición del V Premio Internacional de Fotografía Pilar Citoler y con la muestra individual del artista Juan del Junco (Jerez de la Frontera, 1972), ganador de la edición de 2009, ha salido a la luz el cuarto volumen de la colección El ojo que ves, dedicado de manera monográfica a realizar una revisión y análisis de la obra del creador jerezano. La colección, dirigida por Alfonso de la Torre, se ha convertido en referencia obligada en el mundo de la fotografía contemporánea española en base a la cuidada edición de los tres números anteriores, que fueron dedicados a los fotógrafos Begoña Zubero, Félix Curto y Manuel Sonseca. El volumen, bilingüe, en castellano e inglés, cuenta con textos de Javier Hontoria y Sema D’Acosta, el cuidado editorial ha corrido a cargo de Alberto Martín y será distribuido internacionalmente por la editorial La Fábrica.
La memoria y los recuerdos personales son la basa sobre la que se asienta gran parte de la obra fotográfica de Juan del Junco. En este sentido escribe Alfonso de la Torre en el texto de presentación de la monografía que, según recuerda el artista, existía en su casa una caja de fotografías que, además de las típicas estampas familiares, contenía una serie de imágenes de “nidos, grandes piedras, plantas, paisajes y aves, sobre todo aves. Años y años pasando foto tras foto hace que todo ese imaginario se fije inexorablemente en la memoria. Ahí está el principio”. Abunda también Javier Hontoria en esta circunstancia al afirmar: “Creció Juan del Junco rodeado de planos y también de pájaros y plantas. Como sabemos, su padre, arquitecto, es asimismo un reputado ornitólogo de quien pronto debió aprender que para enfrentarse a una labor científica había que dejarse los asuntos personales y emocionales en casa”. Si observamos las imágenes que ilustran algunas de las páginas de esta monografía, que corresponden al álbum familiar y las comparamos con el resto de la obra de Juan del Junco comprobamos que, además de las más que aparentes coincidencias iconográficas, ambas parecen responder a un interés por analizar la realidad desde un método científico.
Fotografías del álbum familiar de Juan del Junco que aparecen en la monografía
En Filatropía de las imágenes, Javier Hontoria sitúa el corpus de la obra de Juan del Junco a caballo entre la tradición conceptual, que emana de las fuentes anglosajonas y de la escuela de Dusseldorf, y los postulados de la fotografía “construida” que encuentra su origen en el contexto norteamericano y más tarde en la escuela de Vancouver. Una fotografía, la de Juan del Junco en su primera etapa, que “se resuelve entre la vinculación a una tradición de narrativas escenificadas de alto vuelo ficticio y lo que bien podría ser considerado su antídoto: el frío y distanciado registro de un acontecimiento real”. Para Hontoria el viraje conceptual de la obra de del Junco se establece a raíz de la serie El sueño del ornitólogo. Es aquí donde empezamos a palpar de manera más fehaciente la relaciones que se establecen entre aquella “caja de las fotografías” y el trabajo artístico del jerezano. La labor de investigación en los fondos de la Estación Biológica de Doñana propicia el material necesario para realizar un inventario exhaustivo de aves a partir de criterios taxonómicos. Las imágenes resultantes, afirma el crítico “son gélidas y quieren ser del todo objetivas, pero es en el tránsito desde la captura de las imágenes hasta el modo de presentarlas cuando Juan del Junco recae en su conocido y recurrente vicio. El giro subjetivo es doble. Las aves se disponen sobre un fondo neutro blanco y son fotografiadas en un severo plano picado. Pero, como ya alertaran los Becher, por muy objetiva que pudiera ser la aproximación al motivo, la distancia, el ángulo focal, la luz o la profundidad de campo, todo se basa en decisiones subjetivas”. Realidad, construcción, memoria y presente son para Hontoria las constantes de un trabajo que ha supuesto “una de las más sugerentes exploraciones en torno a algunos de los asuntos cruciales del lenguaje fotográfico”.
Por su parte, Sema D’Acosta desgrana en ocho capítulos el devenir del trabajo de Juan del Junco desde series tempranas como De la memoria al artista hasta las más recientes como Lugares que encontré en un listado científico, actualmente todavía en fase de proceso. En estas obras iniciales D’Acosta encuentra ya algunas de las claves que alumbrarán el desarrollo ulterior de la obra de Juan del Junco. La fotografía en la que un niño como álter ego del autor, escudriña con avidez la biblioteca paterna repleta de libros de aves y pájaros va a resultar premonitoria para los intereses del artista jerezano. En El viaje solitario Sema D’Acosta agrupa una serie de obras que aparecen conectadas entre sí por una “percepción específica de lo social y un pertinaz afán clasificatorio.” Y continúa “la actitud con la que Juan del Junco observa los animales o las personas desde su perspectiva, es prácticamente la misma. Quizás la diferencia fundamental radica en la idea de que el ser humano puede ser catalogado según su sociabilidad. Para el artista realizar un censo de aves o hacer fotografías de viandantes anónimos es un procedimiento similar que sigue pautas estructuradas bajo una misma génesis conceptual: observar, contar e inventariar”.
Este afán de catalogación, más propio del método científico, comienza a imponerse en trabajos posteriores frente a una categoría de obras que podríamos considerar más preocupadas por una vertiente social. Para el critico andaluz el artista “sigue examinando, clasificando, anotando y puntualizando pero lo que anteriormente se inscribía en una ordenación de carácter sociológico, ahora gira en torno a los paradigmas científicos. Sus inquietudes cada vez se vuelcan más con lo natural, adquiriendo una preocupación especial por evidenciar que, aunque somos seres avanzados que han logrado dominar el medio y civilizarse, si observamos nuestra especie con la misma distancia que miramos al resto de animales, en cuestiones básicas y hábitos gregarios nos diferenciamos poco de los demás mamíferos”
En Haciéndome el sueco, Sema D’Acosta analiza las serie homónimas realizadas entre 2006 y 2007 que recurren a procedimientos propios de la fotografía escenificada para plantear “construcciones extrañas” repletas de comportamientos que no parecen responder a “razonamientos lógicos”. Para D’Acosta se trata de construcciones alegóricas que encierran “paradojas misteriosas que destapan, a veces de un modo más exagerado y otras más poético, los contrasentidos de la domesticación del medio y la sociabilización de los seres vivos”. A medio camino entre la fotografía escenificada y la que funciona como mera documentación, se sitúa la serie El naturalista y lo habitado. En este punto, D’Acosta toma prestadas las palabras del crítico Alberto Martín cuando afirma que este proyecto responde a “un continuo trabajo de descontextualización de las herramientas y los símbolos de la ciencia hasta llegar a mezclar y confundir la autonomía de la obra artística con los elementos del discurso científico”.
El sueño del ornitólogo II, políptico de Juan del Junco
El sueño del ornitólogo supone un importante punto de inflexión en la trayectoria de Juan del Junco, quien a partir de ahora comienza a desarrollar “una estrategia propia que consigue subvertir los principios metodológicos de la ciencia en sustancia artística, transformando neutralidad y asepsia en subjetividad y emoción”. Las trescientas imágenes de aves disecadas presentadas a modo de mosaico en medio de “una especie de gabinete científico neutro y aséptico” transmiten para D’Acosta “un aire contemplativo”. Y prosigue: “El silencio que las envuelve, su claridad o su analogía iconográfica, nos recuerdan a los muchos altares que conocemos, una forma de arte muy característica de la península ibérica que además de transmitir una enseñanza didáctica, encierra claves concretas sobre la identidad del lugar donde se ubica o los feligreses que lo han encargado”.
Es, en series recientes como Las Herrerías o Epílogo ornitológico, “ubicadas en el intersticio poético que ha logrado crear el artista entre ciencia y arte” donde para Sema D’Acosta el idioma personal de Juan del Junco alcanza “el paroxismo de la representación”. Sus nidos de cigüeñas nos remiten de nuevo al concepto de la filopatría y son para el artista jerezano una afirmación del “sí-lugar” frente “la proliferación excesiva de espacios insustanciales y anodinos en el panorama de la fotografía actual”.
Cierra la monografía el capítulo titulado Paisajes, que aúna una serie de trabajos donde el acercamiento al género “es consecuencia transversal de su relación con la Naturaleza y las sensaciones que conlleva ese contacto directo y continuado”. Se trata de una serie de obras localizadas en las provincias de Cádiz y Málaga, que comparten una idea romántica del paisaje y que el artista relaciona con los científicos ingleses que a finales del XIX exploraron estas mismas tierras andaluzas aportando “una visión particular de Andalucía occidental como tierra ignota de enorme acervo”. Estas zonas señala D’Acosta “a las que acudía su padre habitualmente hace años para otear, estudiar y catalogar, son los mismos espacios que tiempo después ha ido recorriendo el propio Juan del Junco en sus salidas ornitológicas al campo buscando motivos que desarrollar en su quehacer artístico”.
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