David Hernández de la Fuente
Cicatrices. Esta ciudad está surcada de ellas de cabo a rabo. El viajero reparará en la topografía insólita de una ciudad mutilada en diversas escalas. Se complacerá en recorrer una a una sus heridas antiguas y recientes, en pasar el dedo por los agujeros de baja, por las llagas de los dolientes sillares. Tal es el tejido urbano, surcado por un sinfín de arterias oxidadas que cortan las zonas habitables con una precisión ya carente de sentido. Hay entre los paisajes de hombres, negocios y comercios unas vastas extensiones de yermos industriales, vías de tren marchitas y naturaleza muerta que sobrecogen el corazón del turista residente. Al tiempo de convivir con estas marcas indelebles de dolor y locura, uno se va haciendo a la idea de que Berlín es más que nada un estado de ánimo, como habían pensado desde antaño muchos vecinos del exterior de la circunvalación ferroviaria.
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